El granadino Saiko conquista el Movistar Arena con una noche llena de emoción, verdad y conexión real con su público

Saiko volvió a Madrid y lo hizo con una noche que se sintió especial desde el primer minuto. Desde la tarde, los alrededores del Movistar Arena estaban llenos de fans con pancartas, luces y camisetas con frases de sus canciones. Se respiraba emoción y nervios. Algunos hablaban de lo que esperaban escuchar, otros simplemente querían verlo de cerca, después de meses de gira y de todo el ruido que ha generado su último proyecto, Natsukashii Yoru.

Cuando se apagaron las luces, el recinto entero rugió. En la pantalla del fondo aparecieron imágenes con tonos morados y azules, y una voz suave anunció su llegada. Saiko salió despacio, con una mezcla de calma y emoción. Empezó con temas más tranquilos, como si quisiera crear una atmósfera antes de encender el fuego. Al principio se notaba algo tenso, pero bastaron unos pocos acordes y los primeros gritos del público para que todo fluyera.

Saiko
Foto: Maria Gil Robledo

A mitad del concierto ya no quedaban dudas: Saiko estaba disfrutando. Con BB, Las Bratz o Reina, el público se volvió una sola voz. Cada verso se gritaba con fuerza, cada pausa se llenaba con coros que hacían temblar el lugar. Hubo momentos en los que simplemente se quedaba mirando al público, sonriendo, como si no terminara de creerse todo lo que estaba pasando. Entre canciones, hablaba con la gente, contaba que había pensado en cancelar el show porque no se sentía al cien por cien, pero que algo dentro de él le pedía estar ahí, con su gente. Ese gesto de sinceridad fue aplaudido con cariño y lo hizo todavía más cercano.

Uno de los instantes más bonitos fue cuando invitó al escenario a varios amigos y artistas con los que ha compartido canciones: Kidd Voodoo, Leire Martínez, Raúl Clyde y Ángeles Toledano. Juntos crearon momentos únicos, improvisaron, rieron y se abrazaron. El público lo vivió con una mezcla de sorpresa y alegría, porque no esperaban tantos invitados. Fue una demostración de compañerismo y de lo bien que Saiko se rodea en esta nueva etapa.

Saiko
Foto: Maria Gil Robledo

También hubo espacio para la calma. En una parte del show pidió que todos apagaran los móviles y simplemente vivieran el momento. El estadio quedó en silencio, iluminado solo por las luces del escenario, mientras él hablaba sobre cómo la música le salvó y le hizo seguir adelante. Fue un momento sincero, sin artificios, que conectó con todos los que estaban ahí.

El tramo final fue pura energía. Luces, confeti, gritos, saltos… Supernova marcó el punto más alto de la noche. Todos los asistentes sabían que se acercaba el final, pero nadie quería que terminara. Cuando acabó, Saiko bajó del escenario, saludó a la gente de las primeras filas, abrazó a algunos fans y se despidió con una sonrisa enorme, prometiendo volver pronto con nueva música.

Al salir del recinto, la gente seguía cantando y comentando cada detalle, todavía con esa mezcla de adrenalina y nostalgia. Fue un concierto lleno de emoción, con un Saiko más maduro, más humano y más conectado que nunca. Madrid lo recibió con los brazos abiertos, y él respondió con una noche que quedará grabada en la memoria de todos los que la vivieron.